lunes, 12 de diciembre de 2016

MI PELEA CON MARIBEL

MI PELEA CON MARIBEL- SACADO DE LA WEB DEL RINCON LUCHÍSTICO FEMENIL 

Desde México por Jennifer


Capítulo I:

Las personas que me conocen, me consideran una mujer tranquila, incluso una de mis amigas me llama "pice and love", porque según ella, no soy capaz de hacerle daño ni a una mosca. Pero como todo el mundo, tengo mis límites y cuando alguien es desleal conmigo, o me quiere hacer daño, será bajo su propio riesgo y no escatimaré esfuerzos para poner a esa persona en ridículo. Me llamo Jenny, tengo 25 años, soy morena, mido 1.67 m. y más bien soy de complexión grande y algo pasada de peso. Pero aún así, me considero sensual. Sé sacar "jugo" a lo que tengo y me despreocupo por aquello que no poseo. Vivo en Monterrey (México). Tengo dos familias: la de ley y la que componen un puñado de seres humanos excepcionales que forman la familia que yo escogí. A todos los he ido encontrando en la vida y por alguna razón maravillosa, nos llevamos muy bien. Algunos estudian en la misma Universidad que yo y otros dos, lo hacen en diferentes universidades. Tengo igual número de virtudes que de defectos, pero creo que la mayor cualidad-defecto es que soy demasiado entregada a mi gente, honesta y leal y ¡ay...! de aquel o aquella que se llegue a meter con nosotros, porque sacaré las "garras" que normalmente tengo escondidas. Este fue el caso entre Maribel y yo.

El relato que sigue ocurrió en agosto de 1999 y los hechos sucedieron de la siguiente forma: Todo comenzó con un cuarteto de amigas que éramos Elizabeth (22), Adela (19), Maribel (25) y yo. Al principio del año pasado, éramos demasiado unidas, incluso quien nos haya visto, aseguraría que seguiríamos juntas toda la vida, pero se equivocaron. Es lógico que cada una tuviese una forma de ser diferente, de hecho eso nos unía más. Elizabeth es el "hielito", la que no le habla a nadie, sarcástica y se podría decir que le da lo mismo si el mundo se acaba mañana. Es completamente despreocupada de su físico y estoy segura que si cuidara más su cuerpo esbelto y su piel morena, podría ser una chica muy bonita. Adela creo que es la más guapa de todas porque es alta, delgada, con un cuerpo de envidia… Por donde la veas es hermosa, sin embargo ella es la "bebe" del grupo y aún guarda la ternura y el infantilismo en muchos aspectos de la niñez. Yo ya les dije como soy físicamente y a pesar de estar gorda, tengo un cuerpo muy bien proporcionado. Mi mayor delirio son los hombres y según mis amigas, soy demasiado "perversa" y puedo ligarme a casi cualquiera que se me ponga enfrente. Sin embargo yo soy la romántica del grupo, la que siente haber encontrado a su verdadero amor. Maribel, es casi de mi estatura, tiene la piel clara y también tiene un cuerpo digno de admirarse. No sé su color de cabello porque siempre se lo tiñe de pelirrojo y a diferencia de todas las demás, ella es muy plástica. Le da demasiada importancia a la apariencia y al dinero y además es demasiado envidiosa. Cualquier relación que comienza con un hombre, invariablemente terminaba en la nada y se excusa de sus errores diciendo: "es que no está a mi altura". Su peor defecto siempre fue ser demasiado envidiosa y si algún hombre se nos acercaba siempre quería conquistarlo, sólo por demostrar que era mejor que nosotras. En fin, éramos como cualquier grupo de amigas, donde la única regla era que bajo ninguna circunstancia voltearíamos a "ver" el novio, o amigo de la otra, así él nos tirara el "can". Lamentablemente esto fue lo que Maribel no cumplió. Jamás fue su intención cumplir este único mandamiento y no sólo eso, sino que se empeñaba en coquetear con cualquier hombre que se nos acercara a Adela o a mí (los de Elizabeth no eran de su agrado). Esto generó el problema. El acabose fue cuando después de haber tenido una de sus relaciones furtivas con un amigo nuestro, quiso darle "piques" con otro más. Justamente, Raúl quién siempre me ha gustado. Ahí comenzó mi odio hacia ella y la primera vez en mi vida que tenía unos deseos enormes de demostrarle lo ruda que podía ser. Me sobraban ganas de incrustar mis puños en todo su cuerpo… sólo esperaba el momento adecuado para humillarla de la mejor forma. Aunque algunos se asombren, muchas mujeres somos proclives a resolver nuestros asuntos personales en una pelea. He visto varias y todas a puertas cerradas donde los hombres no eran invitados. La mayoría como en este caso, fueron por celos porque es sabido que a ciertas mujeres les agrada "robar" el novio de la otra. Quedé asombrada por la ferocidad de las protagonistas. Como es Ley entre nosotras, siempre la derrotada fue humillada cruelmente y la vencedora impuso sus razones. Yo nunca había tenido una pelea y menos por un hombre. Sentía una extraña sensación y una especie de fluido eléctrico excitaba mis sentidos preparándome para el duelo.

Capítulo II:

La última vez que Maribel salió con nosotros, fue un sábado. Ese día, un con grupo de amigos fuimos a la casa de fin de semana de uno de ellos. Recuerdo que éramos 4 chicas y 4 muchachos. El lugar era fabuloso, con alberca y muchas áreas verdes. Ahí nos reunimos la pandilla y varias personas más, entre ellos un nuevo pretendiente de Maribel. Como yo me la traía "entre ceja y ceja", cada vez que se me acercaba nos codeábamos o nos desafiábamos con la mirada. También esperábamos cualquier momento oportuno en la plática para soltar mordaces comentarios hacia la otra. Lo último que hice, fue aventarla "por error" en la alberca y no me disculpé. Ya era más que sabido entre todos los presentes, que no nos soportábamos, incluso algunos hasta se atrevían a imaginarse que ese fin de semana daríamos un muy buen espectáculo... El primer día lo soportamos casi bien, pero ya en la noche, se atrevió a derramar por "accidente", cerveza helada sobre mí. La insulté y faltó poco para que la abofetee. Maribel atinó a decir: "Date de santos que hay tanta gente y que no quiero dar una función gratis..., porque si no, te humillaba a más no poder". Nuestros amigos nos miraron en silencio esperando mi respuesta. Yo contesté que no se preocupara, que al otro día temprano, podríamos tener un "arreglo de opiniones" en el jardín y las diferencias serían resueltas entre damas... La que perdiera, se iría del lugar y jamás volvería a estar con los demás. También dije que no se preocupara por el espectáculo, que al fin de cuentas ella siempre lo daba... Maribel aceptó mi reto. Pero fue más lejos y puso como condición que todos estuvieran presentes. Después de eso, seguimos la fiesta. Ya en la madrugada nos fuimos a dormir. No sé si ella pudo descansar tranquila, pero yo no. En lo personal hubiera preferido batirme "de mujer a mujer", sólo en presencia de mis amigas para humillarla y avergonzarla en el peor de los sentidos... Pero el desafío incluía que todos nos vieran. Nunca me agradó llegar a la violencia para resolver mis asuntos, pero ahora estaba decidida a pelear y estaba segura de ganar. ¡Debía cobrarme sus ofensas...!

En la mañana del otro día, desperté con la idea de olvidar todo. Pero al bajar al comedor y ver que Maribel estaba coqueteando con el chavo que me gusta, me hizo cambiar de opinión. Sin más saludé a todos con unos "buenos días" y salí al jardín a esperarlos. Poco a poco fueron saliendo todos. Los hombres con cara de expectación y otros como el dueño de casa más preocupados. Mis amigas en su totalidad eran de opinión de una pelea para resolver el problema. Para ellas era lo indicado cuando dos mujeres se disputan un mismo hombre. Al final, dándose su importancia salió Maribel. Tras poner reglas, nos dispusimos a prepararnos para arreglar nuestras diferencias. Los hombres debieron prometer que mirarían sin intervenir. Era obvio que las espectadoras no lo harían. Sólo estaba prohibido arañazos o morderse en la cara, todo lo demás era permitido. La pelea sería con traje de baño. Todo terminaría cuando alguna de las dos se rindiera en alta voz. Bajo esas "reglas" entramos un momento a cambiarnos. El ambiente estaba tenso y había gran excitación entre los presentes.

Capítulo III:

Al regresar al jardín, todos nos miraron. Yo traía un traje de baño negro, con la espalda descubierta. Ella, salió con un diminuto bikini color amarillo. La parte de abajo, como la de arriba se sostenían sólo de dos pequeños nudos a los costados. Estaba muy maquillada y lucía sexy. Era obvio que iría a dar una muy buena función. Los invitados habían hecho un amplio círculo en el jardín y las dos ingresamos al ruedo dispuestas a demostrar nuestra femineidad. Aunque no lo mencionamos, era sabido que pelearíamos por un hombre y nos miramos con odio. Ella para intimidarme prometió darme un público y humillante escarmiento. De inmediato me dio una sonora bofetada. Un incontenible calor inundó mi cuerpo, me abalancé y nos agarramos de los cabellos en una verdadera prueba de dolor. Mutuamente tratábamos de tumbarnos. Mientras lo hacíamos le dije: "Nunca más te atrevas a tocarme la cara". En un momento pude meter un pie detrás de su rodilla. Eso hizo que doblara su pierna y las dos caímos sobre el pasto. Sin soltarnos de los cabellos, comenzamos a rodar tratando de quedar arriba de la otra. Ya comenzaban a escucharse gemidos y las respiraciones apresuradas, pero ninguna de las dos se dejaba montar. Mientras rodábamos solté sus cabellos para tomar sus hombros y tratar de montarla. Ella seguía aferrada a mis cabellos como si no pudiera hacer otra cosa. De pronto quedamos casi sentadas frente a frente. Entonces aproveché para hacerle unas tijeras con mis piernas a su cintura. Por primera vez me engolosiné viendo su expresión de dolor. Le estaba quitando su respiración y por fin soltó mis pelos. Con sus manos vanamente trataba de zafar de mis piernas y de improviso clavó sus uñas en mis caderas. Yo solté un grito de dolor y una maldición. Me vi forzada a quitar esa tenaza y me alejé un poco. Quedamos arrodilladas, una enfrente de la otra y lo primero que hice fue mirar mi cintura. Con gran odio noté que estaban escurriendo unas gotitas de sangre de donde momentos antes habían estado sus uñas. Hasta este momento, no me daba cuenta del gran alboroto que había a nuestro alrededor; para mí sólo existíamos ella y yo. Los hombres nos miraban en silencio y las amigas nos animaban con bullicio. Enfurecida al ver mi propia sangre, me abalancé hacia ella. El odio había duplicado mis fuerzas, tomándola de los cabellos y la puse espaldas en el suelo. Entonces pude sentarme arriba de ella y apliqué una sucesiva combinación de puñetazos. Pronto su rostro se enrojeció y su nariz comenzó a verter sangre. Al ver esa hemorragia dejé de golpearla y agaché mi cabeza para verla mejor. ¡Fue un error...! En un instante unos de sus brazos me envolvió el cuello y vi una mano en forma de garra tratando de arañar mi cara. Por instinto me hice a un lado, pero pudo agarrar mi hombro izquierdo y arañar mi piel. En el forcejeo, arrancó el tirante de mi traje de baño y dejó al descubierto mi pecho izquierdo. Al mismo tiempo con sus afiladas uñas atacó mi busto desnudo. Sentí dolor y fastidio. Me distraje por lo ocurrido y con un rápido movimiento, ella quedó arriba de mí. Se sentó sobre mi estómago y con sus manos inmovilizó mis brazos. Comencé a sentir un fuerte dolor en mis pechos. Con horror vi cuando acercaba su cabeza para morderme en la cara. Traté de esquivar su mordida, pero pudo morder mi oreja izquierda. Sentí un gran dolor y noté la tibieza de mi sangre. La muy maldita sabía pelear como una gata salvaje y no imaginé tanta habilidad de su parte. Mis fuerzas se agotaban y estaba siendo derrotada. Temía perder delante mis amigas y mucho peor si me humillaban delante de Raúl. Las dos transpirábamos y con desagrado podía oler su perfume. Estaba desesperada y mientras me debatía quedé boca abajo. Entonces ella se montó sobre mi cintura. Sentí como mi pecho desnudo se restregaba contra el pasto lastimándome. Mientras trataba de zafarme, ella se acostó sobre mí espalda, con sus piernas a los lados. Luego abrazó mi cuello tratando de asfixiarme. No hay una sensación más pavorosa que sentir la falta de aire. Por instinto de supervivencia, pude soltar uno de mis brazos y le di un codazo en la cara. Maribel se quejó de dolor, dejó de estrangularme y pude salir de esa llave letal. Mi adversaria estaba aturdida por el golpe y me dio la espalda para alejarse. Entonces jalé de su diminuto brasier y el nudo de la espalda se deshizo y la prenda cayó al pasto. Escuché exclamaciones de los espectadores cuando vieron los pechos descubiertos de mi enemiga. Ella se distrajo y pude atraparla con un candado de brazos a su cuello. Ambas caímos y comenzamos a rodar. Para ese entonces, el único tirante que me quedaba de mi traje de baño se había corrido y ambas luchábamos con los pechos desnudos. Maribel peleaba sucio y fue inevitable que recurriera a determinados "trucos femeninos" muy eficaces para producir dolor. Sus dedos eran muy hábiles y me habían mortificado las partes más sensibles de mi anatomía. Sus uñas asemejaban pequeñas navajas y habían arañado mis entre piernas en busca de mi sexo. Sabía que si lograba el objetivo me derrotaba. El momento era muy dramático y las dos gemíamos por la ansiedad del momento. Como se entenderá, esa forma de pelear animó el duelo haciendo más dinámica las acciones. Luego me enteré que mientras los espectadores varones no daban crédito a lo que veían, las chicas chillaban excitadas. Mi enemiga se agotó antes que yo y pude llegar con mis puños a distintas partes de su cuerpo. Maribel absorbió los golpes con gestos de dolor, se debilitó y pasó a la defensiva. Finalmente la atrapé y pude sentarme sobre su estómago. Puse sus brazos por encima de su cabeza y le sujeté las muñecas en el suelo. La había dominado por completo. Sus pechos descubiertos, su cara de sorpresa y dolor, hicieron que yo esbozara una gran sonrisa de triunfo. Muchas mujeres ansían terminar una pelea como lo había hecho y sentía un gran placer en dominar a mi rival. Su maquillaje había desaparecido, su rostro estaba manchado de sangre y ya nada tenía de sexy. Me regocije pensando que Raúl me estaba viendo. Pero yo no estaba conforme. El duelo había sido por un hombre y todos nos observaban. Entonces decidí humillarla. Sabía que si la lograba desnudar completamente pasaría la mayor vergüenza de su vida… y conocía la forma de hacerlo.

Ella me miró con ojos de súplica para que la soltara, pero logró un efecto contrario. Con esos mismos ojos me había engañado muchas veces. Le di dos puñetazos en su mejilla y quedó groggy. Entonces puse mis glúteos arriba de sus senos y con mis rodillas inmovilicé sus brazos. Pronto reaccionó y trató de zafarse, pero yo ponía más peso sobre sus pechos. Creí que capitularía. Enderecé mi cuerpo, quedando en la misma posición. Pero con la espalda erguida, como símbolo de triunfo esperando su rendición. Ella aprovechó ese momento para tratar con sus piernas de abrazar mi cuello. Sentí cuando lo intentaba pero me mantuve firme. Bajé mis manos a sus caderas y logré desanudar lo que quedaba de su bikini. En el mismo instante en que la despojaba, ella trató de bajar las piernas para ocultar sexo. En ese momento aproveché para agarrar sus piernas y acercarlas hacia sus hombros. Al mismo tiempo que hacía presión, le abrí sus extremidades. La había doblado como una bisagra. Mi rival aulló de dolor y se rindió a los gritos.

Por un tiempo prolongado sostuve un sus piernas hacia arriba, procurando ocasionarle un dolor que ella pudiera soportar. Entonces la obligué que reconociera su derrota, aceptándome como la mejor. No recuerdo bien, pero con lágrimas en los ojos lo repitió dos o tres veces. Fue maravilloso para mí. Durante ese lapso, los espectadores disfrutaron viendo los muslos abiertos de mi adversaria, mostrando la exuberancia oscura que toda mujer oculta. Luego solté sus piernas y a modo de marcar superioridad, apoyé firmemente mi vulva sobre su mentón. Le ordené que no se moviera o volvería a golpearla y permanecí sentada en su garganta un par de minutos humillándola a voluntad. Mis pechos colgaban hacia abajo y veía su cara, que más que de derrota, parecía de vergüenza. No es posible describir ese momento de gloria. Finalmente la liberé. Entonces sollozando corrió toda desnuda hacia adentro de la casa y más tarde se alejó en un taxi. 

Comentarios finales:

Maribel es una mujer fuerte y no me fue fácil vencerla. Tiempo después mis amigas me mostraron las fotos. Fue gratificante para mi orgullo verme sentada sobre mi rival, que mostraba impotente entre los muslos su tupido "montecito derrotado". Les dije que de no haber habido varones presentes con seguridad la hubiera humillado de "otra forma" más cruel. Mis amigas me felicitaron y según dijeron nunca habían visto una mejor pelea femenina. Yo estaba feliz, pero tenía un leve sabor dulce-amargo. Comenté que no me agrada pelear, aunque en ciertas ocasiones es necesario para evitar que nos despojen de nuestros derechos. En especial cuando chocamos contra una mujer que sólo entiende razones con el "idioma" de los puños. Coincidimos en todo y luego ellas se fueron. Raúl sabía que el duelo había sido por él y estaba alucinado por lo que vio. Días después aceptó el resultado de la pelea y actualmente estoy saliendo con ese hombre. Esta fue la última vez que Maribel nos acompañó. Cuando la vemos en la universidad, baja la cabeza y se va sin decir nada. Por mi parte, espero no volver a tener una pelea de éste tipo en mucho tiempo. No creo que haya una revancha, pero estoy preparada por si ello ocurre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario