viernes, 7 de octubre de 2016

Mi primera experiencia

RELATO DE ANDREA, RECOGIDO DE LA WEB "EL RINCON LUCHISTICO FEMENIL"


Prologo:

Mi nombre es Andrea. Vivo en la Ciudad de Asunción (Paraguay). Soy morena, pelo negro, lacio, y largo hasta el cuello. Tengo 20 años, 48 kilos, y 1,75 de altura. La primera vez que vi a dos mujeres luchando fue en un capítulo de la "Mujer Maravilla". Suena gracioso, pero es lo que recuerdo. La super heroína se enfrentaba a una baronesa nazi en un enorme parque. Las dos mujeres rodaron por el pasto peleando desesperadas. Tuve una sensación muy rara que no sabría explicar bien. Era chica, tendría 12 años aproximadamente. Cuatro años más tarde, mi segundo contacto con la lucha fue nuevamente mediante la televisión. Era una película que transcurría en un condado norteamericano. Una de las escenas mostraba a dos chicas luchando en un ring de barro vestidas con bikinis. Esa sensación extraña que había sentido a los 12 volvió en ese instante. Durante los minutos que duró esa secuencia no pude dejar de mirar la pantalla. Acaricié mi sexo muy despacio y entendí entonces porqué aquello, por alguna extraña razón, me excitaba. No tanto por el barro, pero sí por los cuerpos semidesnudos de las dos chicas revolcándose en aquel ring. Tres años más tarde descubrí que existían productoras que realizaban vídeos de lucha femenina, y que el género se llamaba "Catfight". Cuando conocí Internet me aventuré en las miles de páginas que hay en la red sobre el tema. Obviamente tenía como fantasía alguna vez tener un enfrentamiento amistoso con alguna chica. Pero no me animaba así nomás a buscar a alguien. La historia comenzó cuando conocí a una mujer por Internet. Se llama María Elizabeth, tiene 22 años, y es argentina, de la provincia de Misiones. La contacté por un mensaje suyo que encontré en un foro. Le escribí y enseguida me contestó. Me decía que era bisexual, y que le gustaba luchar con otra mujer porque la excitaba mucho. A su novio también le gustaba, y por lo que entendí, le fascina mirar. Ella lo había hecho varias veces pero sólo con prostitutas. Me entusiasmó la idea de conocer a alguien con el mismo gusto. Supe entonces de algunos detalles que ella me contó, como la prenda que debía pagar la vencida a la vencedora. El castigo era lamerle el sexo hasta provocarle un orgasmo. Sabía de otro tipo de lucha más violenta, pero la que me contaba María Elizabeth era muy sexual. El final de una pelea siempre terminaba en sexo. No había golpes ni arañazos. Sólo una prueba de fuerza entre las dos contrincantes. Tras varios e-mail planteamos la posibilidad de un encuentro de ambas en la Ciudad de Posadas, pero no había nada seguro todavía. Sólo fantasías, y mis deseos de tener una experiencia. Por suerte, la espera no duró mucho, ya que mi primera experiencia llegó de una manera que nunca pensé que iba a ocurrir. No fue con María Elizabeth. Mi contrincante sería Ana, una excitante mujer de edad y peso similar al mío. Era hermana de un muchacho amigo.

FIN DE SEMANA EN SAN BERNARDINO.

La historia que leerán es un hecho auténtico ocurrido en el verano del 2001 y corresponde a "mi primera experiencia". Ana tiene casi mi misma estatura. También es morena, de pelo negro, lacio, pero largo hasta los hombros. La conocía de vista, pero ya había escuchado algo de ella. Su conducta en el colegio era de lo peor. Era indisciplinada y muchos la definían como una chica "fácil" sin muchos escrúpulos. Roberto, un amigo de hace años con el que comparto la pasión por la fotografía me invitó un domingo a pasar el día en San Bernardino en la casa de Ana. Él es muy amigo del hermano. Acepté y fuimos. La cosa empezó cuando ellos fueron al supermercado y yo me quedé a solas con Ana en el living que es bastante amplio bastante amplio. Casi no había muebles. Sólo un sofá y dos sillones sin mesa centro. El resto del ambiente estaba vacío. El piso era de madera. Yo vestía jeans pescadores que desnudaban mis muslos, remera blanca lisa de cuello redondo y estaba descalza. Ana tenía unos jeans pescadores iguales a los míos. Su remera blanca tenía en la parte delantera una foto de Britney Spears, y también estaba descalza. El tema empezó cuando me contó que quería practicar judo. Yo le conté que en una época quise practicar, pero nunca me había decidido. Entonces ella me dijo con voz muy provocativa pero sonriendo:
- Menos mal. Porque si nos encontrábamos en un gimnasio seguro que te iba a ganar.
Me reí incrédula. Ella estaba parada frente mío cruzada de brazos, mientras yo la miraba sentada en el sofá. Se me acercó, y yo sentí que el corazón se me aceleraba. Tomó un almohadón y me lo arrojó a la cara. No pensé mucho y me levanté. Ella intentó tomarme del brazo, pero yo la agarré del cuello y con la ayuda de mi pierna la tumbé al piso. Ella se arrodilló y sonrió. Yo también lo hice. Luego me tomó las piernas y me hizo caer. Subió sobre mí y trato de inmovilizarme sosteniéndome las manos contra el suelo. Aquello era muy bueno. Me sentía bien y me excitaba sentir el cuerpo de Ana pegado al mío. Pero estaba nerviosa. No sabía bien qué hacer. Estaba sucediendo todo demasiado rápido y eso me perturbaba un poco. Liberé mis manos y la abracé. Ella también lo hizo y pegó con fuerza su vientre contra el mío. Me excité más todavía. Giré sobre ella y comenzamos a rodar en el suelo. No puedo describir exactamente lo que sentí. Estaba muy caliente y Ana parecía darse cuenta. Cuando llegamos a la pared tenía nuevamente a Ana encima de mí. Me inmovilizó fácilmente sujetando mis manos contra el suelo y tratando de frotar su sexo contra el mío. A pesar de los jeans, el contacto era fuerte y muy excitante. Tuve deseos de besarla, de lamerle todo el cuerpo pero sabía también que no debía descontrolarme del todo. Liberé una vez más mis manos y la tomé de los pelos. Ella también lo hizo, y volvimos a rodar. Una y otra vez. Luego nos abrazamos y continuamos rodando por todo el ambiente enredando nuestras piernas. Mis manos se aventuraron por debajo de su remera y le acaricié la espalda desnuda. Ella también estaba excitada, tanto que de pronto me desprendió el pantalón. Su rostro se acercó al mío y nuestros labios casi se rozaron.
- ¿Qué estás haciendo?
Dije despacio, casi susurrándole.
- Intentando ganarte. - Me contestó. Giré sobre ella y volvimos a rodar, pero mi adversaria siempre se las ingeniaba para dominarme. El encuentro no pudo durar mucho. El ruido del motor del auto de Roberto se escuchó y tuvimos que suspender nuestra pelea. Nos levantamos y nos arreglamos la ropa. Nos peinamos rápido e hicimos como que nada había pasado. Esa noche casi no pude dormir. Nuestra lucha no había terminado. No se sabía quien había ganado y eso me ponía nerviosa. Al día siguiente Ana me llamó por teléfono. Me dijo que quería terminar la pelea y me retó a enfrentarnos nuevamente el domingo en San Bernardino. Le dije que no habría problemas, pero que esta vez quería luchar en bikini. Sonrió y me contestó que mi idea era extraordinaria. Durante la semana no nos hablamos más. Durante ese tiempo le escribí a María Elizabeth contándole lo que había ocurrido. Hacía unos días que ella no me mandaba ningún e-mail debido a que estaba trabajando en una pagina Web sobre lucha erótica femenina. Me contestó y me recomendó que tuviera precaución. "Tené cuidado con esa mujer", me dijo. "Puede salir hablando pavadas y la única que va a quedar como boluda vas a ser vos".
Tenía razón, pero mi curiosidad y mis ansias de vivir una fantasía que tenía hace tiempo me decía que valía la pena correr el riesgo. Pero no tuve que esperar al domingo. Ese miércoles mis padres me comunicaron que viajarían el fin de semana a las Cataratas del Iguazú a descansar. Saldrían el viernes al mediodía. Tuve entonces la idea de adelantar el enfrentamiento y llamé a Ana. Le conté lo de mis padres y le propuse que lucháramos el viernes de noche.
- Me parece perfecto. Me dijo. Pusimos horario y acordamos que las 11 de la noche era una buena hora para batirnos. Los dos siguientes días no pude de dejar de pensar en el tema. Y eso me puso muy ansiosa

EL ENCUENTRO ESPERADO:


Eran las 10,30 de la noche y me encontraba en el living preparada especialmente para la ocasión. Había corrido todos los muebles dejando un buen lugar para que el encuentro sea más agradable y no rompamos nada. El aire acondicionado estaba prendido hacía una hora, ya que hacia mucho calor. Arrodillada tocaba la alfombra peluda y pensaba que en media hora, si Ana era puntual, estaría revolcándome con ella en el suelo. Había apagado la luz central, dejando sólo las de algunas lámparas dándoles un clima muy íntimo y muy acogedor. Vestía short de jeans, remera blanca, y estaba descalza. Abajo tenía un bikini azul que me había comprado hace un mes y que aún no había estrenado. Pensé que era una buena ocasión para usarlo. Finalmente Ana llegó a las 11 en punto. Estaba hermosa. Vestía una remera blanca hiper ajustada al cuerpo, acompañado de una minifalda elastizada negra. Nos miramos y tuve un extraño deseo de no esperar más y de lanzarme sobre ella. Tirarle de los pelos y abrazarla muy fuerte. Sentir el calor de su cuerpo hasta que todo se vuelva insoportable. Pero me controlé. Le dije si quería tomar algo y me contestó sonriendo:
- Después. Primero terminemos lo que empezamos el domingo.
Sonreí. Me excitaba esa chica. Ana se sacó la ropa y dejó ver una bikini muy bonita de color rojo. A modo de provocación comenzó a mover sus caderas realzando la protuberancia de su sexo. Cada palabra que decía me hacía acelerar el corazón. Su cuerpo era perfecto y supe entonces que sería una excelente contrincante.
- ¿Te gusta..? Preguntó.
Le contesté que me encantaba. Luego se sacó los zapatos. Yo también me quité la ropa. Pusimos nuestras prendas en el piso, pero lejos del sector de combate. Enseguida volvimos a él. Nos miramos unos instantes. Bajo mis pies descalzos sentía la alfombra peluda que parecía estar esperándonos ansiosa y eso también me excitó.
- ¿Qué reglas..? Preguntó Ana.
- Nada de golpes de puño. - Le dije.
- ¿Te parece...?
- Me parece. Le respondí y ella hizo una pausa.
- Tal vez algunas cachetadas.
- Eso puede ser. Podemos estirarnos el cabello también le dije.
- Me gusta.- Contestó sonriendo.
- Lo que no quiero son arañazos ni mordeduras.
- Estoy de acuerdo. Sí podemos darnos en las nalgas. Ana rió animada.
- Me gusta eso. Vas a tener que cuidarte porque te voy a dejar los cachetes rojos.
- ¿Vos crees....? La desafié.
- Estoy segura - Me contestó y luego hizo una pausa.
- ¿Qué pasa con la que gane..? Preguntó. Me tomé unos segundos en contestar y sin dudarlo mucho le dije de manera desafiante:
- ¡Propongo que la vencida le chupe la concha a la que gane....!!
Ana no contestó en seguida, se acomodó el cabello y sonrió con malicia. Luego respondió:
- No te va a gustar hacérmelo. - Con gran seguridad le contesté:
- Me parece que será al revés. A vos no te va a gustar hacérmelo.
- Estamos hablando demasiado. - Me dijo
- Tienes razón. Comencemos de una vez. Pero espera le dije haciendo una seña con la mano, caminé hasta donde estaba el teléfono y lo descolgué. Luego regresé donde estaba mi adversaria y le dije:
- Ahora nadie nos va a molestar.
No dije más nada. Sólo le di una fuerte cachetada que la hice retroceder. Ella se repuso enseguida y me contestó la bofetada con otra más fuerte. Luego se me abalanzó y me tomó de los pelos. Yo también enredé mis manos en sus cabellos. Forcejeamos unos segundos hasta que Ana me abrazó fuerte. Enredó su pierna sobre la mía y nos dejamos caer. Rodamos sobre la alfombra intentando subir una sobre la otra. Finalmente logré sujetarle las manos sobre el suelo. Le abrí las piernas con las mías y comencé a frotar mi sexo sobre el de ella. Ana cerraba los ojos y abrías más las piernas para facilitarme la tarea que la excitaba. Liberó sus manos pero no regresaron a la lucha. Solamente me abrazó. Me acarició las nalgas, y luego giró sobre mí. Ahora ella dominaba la situación. Apretó sus tetas contra las mías. Luego me tomó de los pelos. Rozó sus labios con los míos y me dijo:
- ¿Te gusta...puta..?
Ahora fue ella quien frotaba su sexo contra el mío. Me gustaba, me excitaba, me enloquecía. Abrí más las piernas para que ella pudiera llegar más fácilmente. La abracé y giré sobre ella. Rodamos nuevamente abrazadas hasta llegar a la pared. Otra vez yo dominaba la situación. Le tomé las manos y se las apreté contra el suelo. Luego la besé en los labios. Ana se sorprendió. Aceptó el beso, al principio desconfiando, pero luego se entregó. Nuestras lenguas se enredaron desesperadas. Le solté las manos y le tomé el rostro y la seguí besando. Ella me abrazaba y metía sus manos por debajo de mi bikini y me acariciaba las nalgas. Estuvimos así un buen rato. Besándonos apasionadamente como si fuéramos dos jóvenes amantes y estábamos completamente humedecidas. Luego recordamos que era una pelea. Rodamos por la alfombra tomándonos otra vez de los pelos. Ana subió sobre mí y me sacó el corpiño (sostén). Apretó mis tetas provocándome dolor y placer. Ella era muy fuerte, pero pude zafar y arrojarla a un lado. Ana quedó boca abajo. Subí sobre su cuerpo y también le saqué el corpiño. Yo apretaba mis pechos contra su espalda al mismo tiempo que le oprimía sus tetas. Giré a un costado colocándola sobre mí, siempre controlando la situación. Con la mano izquierda le tocaba sus senos, mientras que con la derecha le tocaba su sexo por debajo de la bikini. Ella comenzó a gemir de placer. No se imaginó que la dominaría masturbándola de esa manera. Giré sobre ella nuevamente y la volví a poner boca abajo. Luego le saqué la bikini y la dejé desnuda. Nos separamos jadeando. Hicimos una pausa y nos miramos unos instantes arrodilladas en la alfombra. Estábamos sonrientes y muy excitadas. Me saqué la bikini y ambas quedamos completamente desnudas. Su sexo era un matorral oscuro, tan espeso como el mío y la lucha ahora sería "de mujer a mujer". Ana se me abalanzó y me dio una bofetada tan fuerte que me tumbó y me hizo caer hacia atrás. Entonces se subió sobre mí y de manera salvaje me besó violentamente. Sus manos llegaron a mi sexo y sus dedos empezaron a masturbarme. Ahora ella me dominada con esa "táctica" y la dejé unos minutos. Me gustaba lo que estaba haciendo. Luego la abracé fuerte y volvimos a rodar en busca de la completa dominación femenina. Pusimos lo mejor de cada una para intentar subir la una sobre la otra. Nos tiramos del pelo, nos besamos, nos tocamos íntimamente, nos golpeamos. No sé cuanto duró. Pero la lucha llegó a su fin cuando subí sobre ella y, colocándola boca abajo le torcí el brazo hacia atrás. Sin hacerle mucho daño pero intentando inmovilizarla. La palanca dio resultados y de sus labios escuché la ansiada rendición.
- ¡Me rindo! Me dijo. Quedé fascinada por mi triunfo y la solté. Le acaricié la espalda y me tumbé al lado de ella. Descansamos unos minutos. Luego le dije:
- ¡Paga tu prenda....!!. Ana sonrió. Me acarició los senos y me besó. Luego gateó hasta mis entrepiernas y las abrió. Con sus dedos separó mis vellos y luego comenzó a lamerme. Lo hizo una y otra vez. ¡Me desesperó...! Nunca antes alguien me había hecho eso tan bien. Ni siquiera mi anterior novio. Mi adversaria estaba pagando su derrota y me sentía eufórica. Cuando acabé de placer, ella quería seguir. Quizás pretendía provocarme miles de orgasmos seguidos. Entonces la tumbé a un costado y también lamí su sexo. Esa noche hicimos de todo. En la sala estuvimos un buen rato. Besándonos y lamiéndonos. Luego fuimos al baño y nos duchamos. Ahí nos seguimos besando y masturbándonos. Sinceramente fue la mejor experiencia que tuve en mi vida y me fascinó ganar esa lucha. No sé que sucederá entre nosotras. Quedamos en repetir la experiencia. No sé cuando, pero es obvio que lo que vivimos el viernes volverá a suceder. Cada vez que me acuesto me parece ver a Ana que se acerca y quiere pegarme y besarme y hacer un sin fin de cosas. Siento que mi vida cambiará de aquí en adelante. Nunca había tenido sexo con otra mujer, aunque sí lo había pensado varias veces. En fin. Veremos que sucede de aquí en adelante.