martes, 10 de enero de 2017

Celos femeninos

CELOS FEMENINOS sacado de la web ya extinta "El rincón luchístico femenil"
Por María López.



Pelea de colegialas:

Una pelea de mujeres por un hombre, es como una violenta tempestad con rayos que todo lo electrifica y al mismo tiempo una extraña mágia envuelve la batalla”. La siguiente historia ocurrida en España, fue relatada por la protagonista que llevó la mejor parte en los hechos. Entre otras cosas demuestra una vez más, que la única forma en que dos mujeres rivales pueden ponerse de acuerdo, es después de una pelea. 

Elisa es una mujer rubia, atractiva y curvilínea para sus 43 años. Una de sus “amigas era Rosa, una sexy pelirroja un año mayor que ella. Precisamente esta mujer había aceptado dialogar conmigo en un bar sobre su experiencia. Sus maridos habían hecho una buena amistad y los fines de semana de ese verano los cuatro concurrían a una casa a las afuera de la ciudad. Naturalmente entre los varones había una excelente relación. En cambio entre ellas apenas se toleraban y casi no se hablaban. El problema databa de muy lejos. Ellas en su juventud habían sido rivales y algunos celos aún existían. Cuando tenían 18 y 19 años respectivamente, se habían disputado el amor de un joven muy atractivo. Un día, se desafiaron en el colegio y midieron sus fuerzas en un salón a puertas cerradas. Fue una pelea muy violenta. Varias veces rodaron agarradas por el suelo esforzándose por conseguir humillar a la otra ante no menos de 15 chicas que las alentaban. Una maestra que sabía el motivo del duelo cerró con llave la puerta y se abstuvo de intervenir. Minutos después, Rosa con certeros puñetazos derrotó a su rival. Fue emocionante montarse encima de Elisa, inmovilizarla y para goce de las amigas obligarla a reconocer que ese muchacho ahora era de la vencedora. Finalmente Elisa supo por primera vez, lo que se siente cuando la que gana le apoya sus bragas húmedas en la boca. ¡Estaban aprendiendo a ser mujeres de verdad...!! y fue la gloria.

Mientras bebíamos un café, Rosa en su relato estaba muy orgullosa. Desde temprana edad había demostrado ser la mejor en una pelea de hembras por un hombre. Sentía un ardor profundo por el triunfo y esa misma noche disfrutó con el codiciado varón como debe ser. Ahora era todo de ella. Pasaron los años y las dos se casaron con hombres diferentes. Pero Elisa jamás le perdonó ese despojo y nunca olvidó la humillación sufrida delante de sus compañeras.

Pelea de adultas:

Un sábado los dos matrimonios dicidieron ir a la casa de fin de semana. Los hombres prepararon sus cañas de pescar y dejaron solas a las dos señoras. Elisa y Rosa siempre les gustó competir, entonces se pusieron sus bikinis y se sentaron para tomar sol. De pronto la rubia le dijo a Rosa: “Pasaron casi 25 años y aún recuerdo el día que después de una pelea me arrebataste mi novio y luego fuiste su amante...” ¡Oye...Me gustaría que después de tantos años me des la revancha... ¿Una pelea........mmmmm...? Claro... Siempre me gustó pelear por un hombre. Soy más mujer que tu y te ganaré como entonces...!! Respondió la pelirroja. “Eso lo veremos, encanto.....” Sonrió Elisa comenzando el juego de la provocación. Las dos estaban sentadas con las piernas cruzadas, mostrando unos hermosos muslos macizos y al estar solas habían descubierto sus pechos para un mejor bronceado. “Lástima que mi marido no esté aquí..!! Comentó Rosa. “El tiene la fantasía de verme pelear con otra mujer. Se volvería loco cuando vea como te golpeo.... “Me encantaría que lo intentes...” Respondió la rubia. Las dos se pusieron de pie y para evitar miradas indiscretas, decidieron pelear en el comedor. Luego de correr algunos muebles, estaban ya suficientemente excitadas y preparadas para luchar. Las reglas eran las mismas de cuando tenían 18 años. Ya no lucharían por la supremacía sexual, sino para ver quien era la mejor para pelear. Elisa quería cobrarse una vieja deuda y Rosa deseaba demostrar que siempre fue superior a la rubia. Afortunadamente nadie había que pudiera interrumpir el combate. Aunque no lo habían mencionado, su ilusión era dominar largamente a la rival y humillarla. De esa forma no habría dudas sobre quien ganó. Semiagachadas y vistiendo sólo la parte inferior de la bikini, comenzaron a hacer círculos una frente a otra. Se miraban a los ojos y buscaban la mejor ocasión para atacar. La seriedad de los rostros y los duros pezones indicaban que sería una lucha de hembras.

Con inusitada ferocidad se agarraron de lo pelos intentando tirar al suelo la una a la otra. Pronto, una zancadilla hizo que cayeran pesadamente sobre la alfombra y rodaran varias veces por ella. Con gran rapidéz las manos atacaron los pechos y se sumergieron entre las bikinis para provocar un dolor paralizante. Las piernas se agitaron en el aire y las dos gritaron cuando los dedos buscaron las partes más sensibles. Mientras rodaban, Elisa aprovechó la inercia y de un salto logró montarse sobre Rosa y nerviosamente exclamó: ¡Ya eres mía, ya eres mía..!!. Pero Rosa no iba a dejarse tan fácilmente y con un furioso arqueo de su cuerpo desmontó enseguida a su rival que cayó a su lado. La pelirroja sonriendo, se lanzó sobre Elisa para montarla, pero ésta se apartó y se esfumó. Las dos se pusieron de pié otra vez. Las adversarias habían olvidado su edad. Con los pechos desnudos, el pelo desordenado y algunos hematomas volvieron a la carga. ¡Serás mía .....te dominaré..!! Aseguraba Elisa, soñando con tener inmovilizada a su vencedora de antaño. ¡Ni lo pienses......no tendrás ese gusto..!! Contestó Rosa al tiempo que con una patada en el tobillo, derribó a Elisa de espaldas en la alfombra. ¡Ahora si..!! Gritó Rosa mientras se lanzaba en pompa con las piernas abiertas encima de Elisa que no pudo evitarlo. Un grito de dolor profierió la rubia cuando su enemiga cayó sobre ella. Una vez más, Elisa estaba tumbada boca arriba y Rosa se ponía, de momento, montada sobre su estómago y le sujetaba sus muñecas contra el suelo. “Ja ja....reía Rosa.......¡ahora viene lo mejor.....!! Con avidéz sus rodillas buscaron los brazos de la agobiada Elisa para inmovilizarla. ¡No...noo...!! Se debatía la rubia impidiendo que Rosa lograra acercar las rodillas a sus mejillas. ¡Siiiii...!!! Disfrutaba Rosa, viendo próximo el placer de tener totalmente en su poder a su rival de siempre.

¡Ya estás...!!! Chilló Rosa al conseguir atrapar la cara de Elisa entre sus muslos. Estaba montada cómodamente como una colegiala inmovilizando a su rival. ¡Ya te tengo...Yyyuuhuuuu....!! Se divertía Rosa, meneando las caderas al mismo tiempo que apoyaba el triángulo de sus entre piernas en el mentón de su adversaria. La rubia veía la ranura vaginal de su adversaria que apenas cubría la tela y tenía miedo. Pataleaba, pero era en vano. La pelirroja mirándo a los ojos le dijo: ¡Y ahora, cielo........dí que te rindes...!!! ¡No...nunca...!!! La proximidad en la cara del sexo enemigo es algo que ninguna mujer tolera. Entonces, tras 5 minutos de sufrimiento la rubia dijo: “Si...siiii...me rindo..! ¡Suelta! ¡Dilo otra vez, dilo tres veces ...!!! Ordenó la vencedora. ¡Basta...me rindo, me rindo....me rindo ...!!! Rosa disfrutaba como nunca. Sentía un enorme placer sentada encima de los pechos de su rival....a solas con ella en el comedor semioscuro. Sabía que podía estar montada dominando a Elisa todo el tiempo que quisiera. ¡Pideme perdón, encanto....!!!. ¡Perdón, perdón....suéltame que me ahogas...!!! ¡Dí que te rindes una vez más y te dejaré levantar...!!! ¡ME RINDO...!!! 

Ataque a traición: 

Rosa, había disfrutado tal vez más de 20 minutos y como en las viejas épocas había demostrado ser nuevamente la mejor. Entonces se incorporó y liberó a su rival. Estaba tratando de cubrirse los pechos, cuando la rubia intentó atacarla a traición. La pelirroja tuvo buenos reflejos y sin dejar aproximarse a su enemiga le descargó un fuerte puñetazo sobre el rostro. La cabeza de Elisa golpeó contra la pared y cayó al suelo sin sentido. Se encontraba caída con los brazos abiertos. Pero había algunos movimientos en sus extremidades. Rosa estaba indignada. Debía darle un escarmiento humillante de esos que no se olvidan. Se quitó la parte inferior de su bikini, cogió un cuchillo y sin pensarlo mucho se sentó en el rostro de su enemiga. La pelirroja había aprisionado con sus rodillas los brazos de su víctima, estaba toda desnuda y esperaba que reaccionara de su KO. 

Elisa tenía su cara cubierta por un espeso y húmedo manto de vellos, cuando abrió sus eterrorizados ojos. Se encontraba inmovilizada y sus fuerzas la habían abandonado. ¡Estaba a mercer de su rival...! Fue entonces que la vencedora le mostró el cuchillo y le dijo: “Ahora te quedarás quieta y me darás placer o te marco la cara de por vida...” La rubia tenía sus labios sellados por la presión del sexo de Rosa. Sólo podía murmurar y de nada sirvieron las súplicas. El cuchillo no dejaba de amenazar y entre sollozos la rubia fue forzada a obedecer. Los ojos de quien estaba arriba se entornaron de placer cuando la lengua de su rival se abrió paso y comenzó a acariciar sus partes más íntimas. Luego de humillarla por más de 15 minutos, le dijo: ¡Esto es para que sepas que ese hombre fue mío porque siempre fui la mejor hembra para pelear y la mejor para hacerlo gozar...!!! Luego se levantó de su placentera posición y la dejó libre. Elisa estaba al borde del colapso nervioso. Tenía su cara humedecida y sufría nauseas. Totalmente avergonzada se encerró sollozando en su habitación. Cuando los maridos regresaron y se enteraron de lo ocurrido, sabiamente decidieron no intervenir en los asuntos de las damas. Sólo lamentaron no haber estado presentes y hasta pensaron en una revancha. 

Epílogo:

Elisa, no tenía heridas visibles, pero es conocido que conservará por muchos años una cicatriz psicológica que la atormentará. Su eterna rival le había producido un shock emocional y nunca más la quiso volver a ver. En su relato, Rosa revivió los hechos con inocultable placer y es de las que piensan que es muy femenino pelear por un hombre. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando detalló la humillación de su rival y agregó que es el tratamiento que se estila. Yo casualmente pienso igual que Rosa. Cuándo la pelea es por un hombre, ¿a qué mujer no le gusta ganar de esa manera...?


Un beso de María López.

lunes, 12 de diciembre de 2016

MI PELEA CON MARIBEL

MI PELEA CON MARIBEL- SACADO DE LA WEB DEL RINCON LUCHÍSTICO FEMENIL 

Desde México por Jennifer


Capítulo I:

Las personas que me conocen, me consideran una mujer tranquila, incluso una de mis amigas me llama "pice and love", porque según ella, no soy capaz de hacerle daño ni a una mosca. Pero como todo el mundo, tengo mis límites y cuando alguien es desleal conmigo, o me quiere hacer daño, será bajo su propio riesgo y no escatimaré esfuerzos para poner a esa persona en ridículo. Me llamo Jenny, tengo 25 años, soy morena, mido 1.67 m. y más bien soy de complexión grande y algo pasada de peso. Pero aún así, me considero sensual. Sé sacar "jugo" a lo que tengo y me despreocupo por aquello que no poseo. Vivo en Monterrey (México). Tengo dos familias: la de ley y la que componen un puñado de seres humanos excepcionales que forman la familia que yo escogí. A todos los he ido encontrando en la vida y por alguna razón maravillosa, nos llevamos muy bien. Algunos estudian en la misma Universidad que yo y otros dos, lo hacen en diferentes universidades. Tengo igual número de virtudes que de defectos, pero creo que la mayor cualidad-defecto es que soy demasiado entregada a mi gente, honesta y leal y ¡ay...! de aquel o aquella que se llegue a meter con nosotros, porque sacaré las "garras" que normalmente tengo escondidas. Este fue el caso entre Maribel y yo.

El relato que sigue ocurrió en agosto de 1999 y los hechos sucedieron de la siguiente forma: Todo comenzó con un cuarteto de amigas que éramos Elizabeth (22), Adela (19), Maribel (25) y yo. Al principio del año pasado, éramos demasiado unidas, incluso quien nos haya visto, aseguraría que seguiríamos juntas toda la vida, pero se equivocaron. Es lógico que cada una tuviese una forma de ser diferente, de hecho eso nos unía más. Elizabeth es el "hielito", la que no le habla a nadie, sarcástica y se podría decir que le da lo mismo si el mundo se acaba mañana. Es completamente despreocupada de su físico y estoy segura que si cuidara más su cuerpo esbelto y su piel morena, podría ser una chica muy bonita. Adela creo que es la más guapa de todas porque es alta, delgada, con un cuerpo de envidia… Por donde la veas es hermosa, sin embargo ella es la "bebe" del grupo y aún guarda la ternura y el infantilismo en muchos aspectos de la niñez. Yo ya les dije como soy físicamente y a pesar de estar gorda, tengo un cuerpo muy bien proporcionado. Mi mayor delirio son los hombres y según mis amigas, soy demasiado "perversa" y puedo ligarme a casi cualquiera que se me ponga enfrente. Sin embargo yo soy la romántica del grupo, la que siente haber encontrado a su verdadero amor. Maribel, es casi de mi estatura, tiene la piel clara y también tiene un cuerpo digno de admirarse. No sé su color de cabello porque siempre se lo tiñe de pelirrojo y a diferencia de todas las demás, ella es muy plástica. Le da demasiada importancia a la apariencia y al dinero y además es demasiado envidiosa. Cualquier relación que comienza con un hombre, invariablemente terminaba en la nada y se excusa de sus errores diciendo: "es que no está a mi altura". Su peor defecto siempre fue ser demasiado envidiosa y si algún hombre se nos acercaba siempre quería conquistarlo, sólo por demostrar que era mejor que nosotras. En fin, éramos como cualquier grupo de amigas, donde la única regla era que bajo ninguna circunstancia voltearíamos a "ver" el novio, o amigo de la otra, así él nos tirara el "can". Lamentablemente esto fue lo que Maribel no cumplió. Jamás fue su intención cumplir este único mandamiento y no sólo eso, sino que se empeñaba en coquetear con cualquier hombre que se nos acercara a Adela o a mí (los de Elizabeth no eran de su agrado). Esto generó el problema. El acabose fue cuando después de haber tenido una de sus relaciones furtivas con un amigo nuestro, quiso darle "piques" con otro más. Justamente, Raúl quién siempre me ha gustado. Ahí comenzó mi odio hacia ella y la primera vez en mi vida que tenía unos deseos enormes de demostrarle lo ruda que podía ser. Me sobraban ganas de incrustar mis puños en todo su cuerpo… sólo esperaba el momento adecuado para humillarla de la mejor forma. Aunque algunos se asombren, muchas mujeres somos proclives a resolver nuestros asuntos personales en una pelea. He visto varias y todas a puertas cerradas donde los hombres no eran invitados. La mayoría como en este caso, fueron por celos porque es sabido que a ciertas mujeres les agrada "robar" el novio de la otra. Quedé asombrada por la ferocidad de las protagonistas. Como es Ley entre nosotras, siempre la derrotada fue humillada cruelmente y la vencedora impuso sus razones. Yo nunca había tenido una pelea y menos por un hombre. Sentía una extraña sensación y una especie de fluido eléctrico excitaba mis sentidos preparándome para el duelo.

Capítulo II:

La última vez que Maribel salió con nosotros, fue un sábado. Ese día, un con grupo de amigos fuimos a la casa de fin de semana de uno de ellos. Recuerdo que éramos 4 chicas y 4 muchachos. El lugar era fabuloso, con alberca y muchas áreas verdes. Ahí nos reunimos la pandilla y varias personas más, entre ellos un nuevo pretendiente de Maribel. Como yo me la traía "entre ceja y ceja", cada vez que se me acercaba nos codeábamos o nos desafiábamos con la mirada. También esperábamos cualquier momento oportuno en la plática para soltar mordaces comentarios hacia la otra. Lo último que hice, fue aventarla "por error" en la alberca y no me disculpé. Ya era más que sabido entre todos los presentes, que no nos soportábamos, incluso algunos hasta se atrevían a imaginarse que ese fin de semana daríamos un muy buen espectáculo... El primer día lo soportamos casi bien, pero ya en la noche, se atrevió a derramar por "accidente", cerveza helada sobre mí. La insulté y faltó poco para que la abofetee. Maribel atinó a decir: "Date de santos que hay tanta gente y que no quiero dar una función gratis..., porque si no, te humillaba a más no poder". Nuestros amigos nos miraron en silencio esperando mi respuesta. Yo contesté que no se preocupara, que al otro día temprano, podríamos tener un "arreglo de opiniones" en el jardín y las diferencias serían resueltas entre damas... La que perdiera, se iría del lugar y jamás volvería a estar con los demás. También dije que no se preocupara por el espectáculo, que al fin de cuentas ella siempre lo daba... Maribel aceptó mi reto. Pero fue más lejos y puso como condición que todos estuvieran presentes. Después de eso, seguimos la fiesta. Ya en la madrugada nos fuimos a dormir. No sé si ella pudo descansar tranquila, pero yo no. En lo personal hubiera preferido batirme "de mujer a mujer", sólo en presencia de mis amigas para humillarla y avergonzarla en el peor de los sentidos... Pero el desafío incluía que todos nos vieran. Nunca me agradó llegar a la violencia para resolver mis asuntos, pero ahora estaba decidida a pelear y estaba segura de ganar. ¡Debía cobrarme sus ofensas...!

En la mañana del otro día, desperté con la idea de olvidar todo. Pero al bajar al comedor y ver que Maribel estaba coqueteando con el chavo que me gusta, me hizo cambiar de opinión. Sin más saludé a todos con unos "buenos días" y salí al jardín a esperarlos. Poco a poco fueron saliendo todos. Los hombres con cara de expectación y otros como el dueño de casa más preocupados. Mis amigas en su totalidad eran de opinión de una pelea para resolver el problema. Para ellas era lo indicado cuando dos mujeres se disputan un mismo hombre. Al final, dándose su importancia salió Maribel. Tras poner reglas, nos dispusimos a prepararnos para arreglar nuestras diferencias. Los hombres debieron prometer que mirarían sin intervenir. Era obvio que las espectadoras no lo harían. Sólo estaba prohibido arañazos o morderse en la cara, todo lo demás era permitido. La pelea sería con traje de baño. Todo terminaría cuando alguna de las dos se rindiera en alta voz. Bajo esas "reglas" entramos un momento a cambiarnos. El ambiente estaba tenso y había gran excitación entre los presentes.

Capítulo III:

Al regresar al jardín, todos nos miraron. Yo traía un traje de baño negro, con la espalda descubierta. Ella, salió con un diminuto bikini color amarillo. La parte de abajo, como la de arriba se sostenían sólo de dos pequeños nudos a los costados. Estaba muy maquillada y lucía sexy. Era obvio que iría a dar una muy buena función. Los invitados habían hecho un amplio círculo en el jardín y las dos ingresamos al ruedo dispuestas a demostrar nuestra femineidad. Aunque no lo mencionamos, era sabido que pelearíamos por un hombre y nos miramos con odio. Ella para intimidarme prometió darme un público y humillante escarmiento. De inmediato me dio una sonora bofetada. Un incontenible calor inundó mi cuerpo, me abalancé y nos agarramos de los cabellos en una verdadera prueba de dolor. Mutuamente tratábamos de tumbarnos. Mientras lo hacíamos le dije: "Nunca más te atrevas a tocarme la cara". En un momento pude meter un pie detrás de su rodilla. Eso hizo que doblara su pierna y las dos caímos sobre el pasto. Sin soltarnos de los cabellos, comenzamos a rodar tratando de quedar arriba de la otra. Ya comenzaban a escucharse gemidos y las respiraciones apresuradas, pero ninguna de las dos se dejaba montar. Mientras rodábamos solté sus cabellos para tomar sus hombros y tratar de montarla. Ella seguía aferrada a mis cabellos como si no pudiera hacer otra cosa. De pronto quedamos casi sentadas frente a frente. Entonces aproveché para hacerle unas tijeras con mis piernas a su cintura. Por primera vez me engolosiné viendo su expresión de dolor. Le estaba quitando su respiración y por fin soltó mis pelos. Con sus manos vanamente trataba de zafar de mis piernas y de improviso clavó sus uñas en mis caderas. Yo solté un grito de dolor y una maldición. Me vi forzada a quitar esa tenaza y me alejé un poco. Quedamos arrodilladas, una enfrente de la otra y lo primero que hice fue mirar mi cintura. Con gran odio noté que estaban escurriendo unas gotitas de sangre de donde momentos antes habían estado sus uñas. Hasta este momento, no me daba cuenta del gran alboroto que había a nuestro alrededor; para mí sólo existíamos ella y yo. Los hombres nos miraban en silencio y las amigas nos animaban con bullicio. Enfurecida al ver mi propia sangre, me abalancé hacia ella. El odio había duplicado mis fuerzas, tomándola de los cabellos y la puse espaldas en el suelo. Entonces pude sentarme arriba de ella y apliqué una sucesiva combinación de puñetazos. Pronto su rostro se enrojeció y su nariz comenzó a verter sangre. Al ver esa hemorragia dejé de golpearla y agaché mi cabeza para verla mejor. ¡Fue un error...! En un instante unos de sus brazos me envolvió el cuello y vi una mano en forma de garra tratando de arañar mi cara. Por instinto me hice a un lado, pero pudo agarrar mi hombro izquierdo y arañar mi piel. En el forcejeo, arrancó el tirante de mi traje de baño y dejó al descubierto mi pecho izquierdo. Al mismo tiempo con sus afiladas uñas atacó mi busto desnudo. Sentí dolor y fastidio. Me distraje por lo ocurrido y con un rápido movimiento, ella quedó arriba de mí. Se sentó sobre mi estómago y con sus manos inmovilizó mis brazos. Comencé a sentir un fuerte dolor en mis pechos. Con horror vi cuando acercaba su cabeza para morderme en la cara. Traté de esquivar su mordida, pero pudo morder mi oreja izquierda. Sentí un gran dolor y noté la tibieza de mi sangre. La muy maldita sabía pelear como una gata salvaje y no imaginé tanta habilidad de su parte. Mis fuerzas se agotaban y estaba siendo derrotada. Temía perder delante mis amigas y mucho peor si me humillaban delante de Raúl. Las dos transpirábamos y con desagrado podía oler su perfume. Estaba desesperada y mientras me debatía quedé boca abajo. Entonces ella se montó sobre mi cintura. Sentí como mi pecho desnudo se restregaba contra el pasto lastimándome. Mientras trataba de zafarme, ella se acostó sobre mí espalda, con sus piernas a los lados. Luego abrazó mi cuello tratando de asfixiarme. No hay una sensación más pavorosa que sentir la falta de aire. Por instinto de supervivencia, pude soltar uno de mis brazos y le di un codazo en la cara. Maribel se quejó de dolor, dejó de estrangularme y pude salir de esa llave letal. Mi adversaria estaba aturdida por el golpe y me dio la espalda para alejarse. Entonces jalé de su diminuto brasier y el nudo de la espalda se deshizo y la prenda cayó al pasto. Escuché exclamaciones de los espectadores cuando vieron los pechos descubiertos de mi enemiga. Ella se distrajo y pude atraparla con un candado de brazos a su cuello. Ambas caímos y comenzamos a rodar. Para ese entonces, el único tirante que me quedaba de mi traje de baño se había corrido y ambas luchábamos con los pechos desnudos. Maribel peleaba sucio y fue inevitable que recurriera a determinados "trucos femeninos" muy eficaces para producir dolor. Sus dedos eran muy hábiles y me habían mortificado las partes más sensibles de mi anatomía. Sus uñas asemejaban pequeñas navajas y habían arañado mis entre piernas en busca de mi sexo. Sabía que si lograba el objetivo me derrotaba. El momento era muy dramático y las dos gemíamos por la ansiedad del momento. Como se entenderá, esa forma de pelear animó el duelo haciendo más dinámica las acciones. Luego me enteré que mientras los espectadores varones no daban crédito a lo que veían, las chicas chillaban excitadas. Mi enemiga se agotó antes que yo y pude llegar con mis puños a distintas partes de su cuerpo. Maribel absorbió los golpes con gestos de dolor, se debilitó y pasó a la defensiva. Finalmente la atrapé y pude sentarme sobre su estómago. Puse sus brazos por encima de su cabeza y le sujeté las muñecas en el suelo. La había dominado por completo. Sus pechos descubiertos, su cara de sorpresa y dolor, hicieron que yo esbozara una gran sonrisa de triunfo. Muchas mujeres ansían terminar una pelea como lo había hecho y sentía un gran placer en dominar a mi rival. Su maquillaje había desaparecido, su rostro estaba manchado de sangre y ya nada tenía de sexy. Me regocije pensando que Raúl me estaba viendo. Pero yo no estaba conforme. El duelo había sido por un hombre y todos nos observaban. Entonces decidí humillarla. Sabía que si la lograba desnudar completamente pasaría la mayor vergüenza de su vida… y conocía la forma de hacerlo.

Ella me miró con ojos de súplica para que la soltara, pero logró un efecto contrario. Con esos mismos ojos me había engañado muchas veces. Le di dos puñetazos en su mejilla y quedó groggy. Entonces puse mis glúteos arriba de sus senos y con mis rodillas inmovilicé sus brazos. Pronto reaccionó y trató de zafarse, pero yo ponía más peso sobre sus pechos. Creí que capitularía. Enderecé mi cuerpo, quedando en la misma posición. Pero con la espalda erguida, como símbolo de triunfo esperando su rendición. Ella aprovechó ese momento para tratar con sus piernas de abrazar mi cuello. Sentí cuando lo intentaba pero me mantuve firme. Bajé mis manos a sus caderas y logré desanudar lo que quedaba de su bikini. En el mismo instante en que la despojaba, ella trató de bajar las piernas para ocultar sexo. En ese momento aproveché para agarrar sus piernas y acercarlas hacia sus hombros. Al mismo tiempo que hacía presión, le abrí sus extremidades. La había doblado como una bisagra. Mi rival aulló de dolor y se rindió a los gritos.

Por un tiempo prolongado sostuve un sus piernas hacia arriba, procurando ocasionarle un dolor que ella pudiera soportar. Entonces la obligué que reconociera su derrota, aceptándome como la mejor. No recuerdo bien, pero con lágrimas en los ojos lo repitió dos o tres veces. Fue maravilloso para mí. Durante ese lapso, los espectadores disfrutaron viendo los muslos abiertos de mi adversaria, mostrando la exuberancia oscura que toda mujer oculta. Luego solté sus piernas y a modo de marcar superioridad, apoyé firmemente mi vulva sobre su mentón. Le ordené que no se moviera o volvería a golpearla y permanecí sentada en su garganta un par de minutos humillándola a voluntad. Mis pechos colgaban hacia abajo y veía su cara, que más que de derrota, parecía de vergüenza. No es posible describir ese momento de gloria. Finalmente la liberé. Entonces sollozando corrió toda desnuda hacia adentro de la casa y más tarde se alejó en un taxi. 

Comentarios finales:

Maribel es una mujer fuerte y no me fue fácil vencerla. Tiempo después mis amigas me mostraron las fotos. Fue gratificante para mi orgullo verme sentada sobre mi rival, que mostraba impotente entre los muslos su tupido "montecito derrotado". Les dije que de no haber habido varones presentes con seguridad la hubiera humillado de "otra forma" más cruel. Mis amigas me felicitaron y según dijeron nunca habían visto una mejor pelea femenina. Yo estaba feliz, pero tenía un leve sabor dulce-amargo. Comenté que no me agrada pelear, aunque en ciertas ocasiones es necesario para evitar que nos despojen de nuestros derechos. En especial cuando chocamos contra una mujer que sólo entiende razones con el "idioma" de los puños. Coincidimos en todo y luego ellas se fueron. Raúl sabía que el duelo había sido por él y estaba alucinado por lo que vio. Días después aceptó el resultado de la pelea y actualmente estoy saliendo con ese hombre. Esta fue la última vez que Maribel nos acompañó. Cuando la vemos en la universidad, baja la cabeza y se va sin decir nada. Por mi parte, espero no volver a tener una pelea de éste tipo en mucho tiempo. No creo que haya una revancha, pero estoy preparada por si ello ocurre. 

sábado, 3 de diciembre de 2016

PARAMÉDICAS

PARAMÉDICAS de la WEB EL RINCON LUCHISTICO FEMENIL

Por mujer anónima. Adaptación para Pancraciasta


Capítulo I:

La historia que Uds. van a leer ocurrió en un importante hospital de Sudamérica. Sólo fueron modificados los nombres de los personajes y algunos detalles. Quien escribe es rubia de 23 años y estudiante avanzada de medicina. Mi novio se llamaba Miguel y era un médico joven muy destacado. Mi trabajo en ese hospital funcionó bien durante meses, igual que nuestra relación. Era verano y el número de pacientes aumentó considerablemente. Entonces vinieron como refuerzo dos paramédicas. Una de ellas era una morena muy atractiva llamada Karina, de aspecto sexy y tal vez de unos 26 años. Su cuerpo estaba muy bien modelado por la gimnasia y no pasaba desapercibida. Bastaron unos pocos días para que surgiera entre ella y yo una mutua antipatía. Karina sabía que sólo yo era quien ayudaba a Miguel, con los pacientes, pero varias veces la sorprendí colaborando con mi novio. Para peor, concurría vestida con un breve delantal blanco muy transparente que marcaba sus prendas interiores. En cierta oportunidad discutí con Miguel, por culpa de Karina. Pero él me hizo saber que el tema debía ser resuelto por mí. Yo protesté, pero luego comprendí que tenía razón. El problema era mío y de ella. Debía hacerme respetar y no permitiría que esa casquivana me quite mi hombre delante de mis narices.La tensión entre las dos era evidente. No nos hablábamos y cuando lo hacíamos cruzábamos críticas irónicas. Yo estaba segura que Karina se había acostado con Miguel y comencé a odiarla. Como se comprenderá y tal como se estila en estos casos, no descartaba la idea de enfrentarla en algún momento a solas “de mujer a mujer”.

En los hospitales, el personal femenino es mayoría y como en toda comunidad grande de mujeres existen conflictos. El público lo desconoce, pero las rivalidades entre nosotras son muy comunes y en ocasiones finalizan en serios enfrentamientos. Por lo general el problema es resuelto en privado “de igual a igual” hasta que una de ellas se impone. Todas sabíamos que el lugar ideal para batirse era un Depósito de Colchones. Por comentarios femeninos, conocía que era el sitio elegido para pelear. Aunque nunca me interesó averiguar los detalles, sabía que las riñas terminaban dramáticamente y quedé impresionada por algunas historias que me contaron. Por diversos motivos a los varones se les ocultaban estos hechos. Mi felicidad estaba en juego y no vislumbraba otra solución para alejar a esa mujer de mi hombre. Ella tenía un peso y estatura similar a la mía y estaba segura de poder vencerla. Yo era más joven y tenía la ilusión de darle una paliza y desnudarla delante de Miguel para que compruebe quien es la mejor hembra. Muchas mujeres celosas desean lo mismo y es muy digno pelear por amor. Recuerdo que una noche en la intimidad de un motel, le dije a mi novio mis intenciones y le pedí que estuviera presente en el duelo. Con seriedad me advirtió que Karina era muy fuerte y seguramente recibiría una paliza. Yo me enfadé y le aseguré lo contrario. Luego se mostró divertido y bromeando me respondió que aceptaría a la vencedora como su novia. Pero agregó que no le interesaba estar presente cuando nos “agarremos de los pelos”. Sería mi primer pelea de adulta. Estaba muy segura y sin dudar prometí obsequiarle un grueso mechón de cabellos de esa antipática morena. El no me creyó, se rió y amanecimos juntos.

Un día encontré a Karina sentada en el consultorio de mi novio. Miguel aún no había llegado y ella estaba, vestida con un breve guardapolvo. Tenía desabrochado los últimos botones y no era necesario que me dijeran el color de su braga. Mi indignación no tuvo límites y le dije que este lugar no era un cabaret. Ella se puso de pie y comenzamos a discutir. Para mi sorpresa, Karina con marcada ironía me confesó que Miguel era su amante. Llena de furia dije, que ella estaba demás y si no se alejaba de mi novio “la dejaría pelada”. Por toda respuesta me empujó con sus pechos y me invitó a ir al Depósito de Colchones para que lo intentara...¡DEFINAMOS YA MISMO QUIEN ES LA QUE ESTÁ DEMÁS..! Me dijo. Un calor intenso coloreó mis mejillas. Era la primera vez que una mujer me desafiaba para una pelea. Ella pretendía mi hombre y era imposible negarse. Sin dudar le dije: ¡Está bien, arreglaremos esto de una buena vez...!

CAPITULO II:

Mientras caminábamos decididas, nos prometimos una paliza con humillante final para la vencida. Quien ganara obtendría todos los derechos sobre ese hombre. Era lo tradicional entre damas rivales y quedamos de acuerdo. En ese depósito, precisamente había una acumulación de colchones nuevos que cubrían el piso y era el lugar ideal para una pelea. La encargada nos hizo entrar, se imaginó a qué veníamos y cerró con llave la puerta. Nosotras la ignoramos. Con los rostros endurecidos, sin dejar de observarnos nos arreglamos los cabellos para el combate y nos descalzamos. Para no estropearlos, nos quitamos los guardapolvos y descubrimos nuestros pechos. Quedamos casi desnudas, únicamente con nuestras breves tangas. Casualmente blancas y transparentes para ambas. Era el lugar y la indumentaria ideal para un clásico duelo de hembras... Es sabido que en los instantes previos a una pelea, las mujeres dejamos de lado los buenos modales y sin barrera inhibitoria alguna nos comportamos como salvajes. Es la forma de darnos ánimo.

Para intimidar a la oponente, exhibimos nuestros cuerpos. Karina estaba orgullosa de mostrar provocativamente sus músculos y sus torneadas piernas. Deduje que sería muy fuerte y eso aumentó mi odio. A modo de “desafío femenino”, con las manos en la cintura y la cabeza levantada nos mostramos los endurecidos pezones. De igual manera balanceábamos las caderas hacia delante evidenciando nuestros prominentes montes apenas cubiertos por la minúscula tanga. Eran los gestos tradicionales para ofender a otra mujer con nuestro sexo. Los muslos de la morena eran algo más gruesos que los míos y su enmarañada selva resaltaba dentro de la fina tela transparente dándole un toque muy sexy. Con ojos fulgurantes y palabras vulgares, me prometió que lamería su vulva. Yo respondí que sería al revés y comenzó una catarata de los peores insultos. Con estas ofensas, nuestras mentes se preparaban para el inevitable choque físico de femineidades. A medida que nos insultábamos nos íbamos acercando con los puños cerrados. Yo rebalsaba adrenalina y con ásperas palabras le dije que, ¡Ninguna mujer se deja quitar su hombre sin pelear...! Karina apoyó su sexo contra el mío, prometió que me daría una paliza y luego se acostaría con Miguel para festejar.... Cuando la escuché, vi todo rojo y le hice girar el rostro con un fuerte puñetazo.

No la pude derribar y por algunos instantes comenzamos a intercambiar golpes con los puños girando y danzando como en una riña callejera. Pronto la arrinconé y llevé en todo momento la mejor parte. En pocos segundos el rostro de Karina comenzó a evidenciar hematomas y lo disfruté. Hasta pensé que la podría dejar K.O. Pero ella se abalanzó, fuimos al cuerpo a cuerpo y nuestros torsos se envistieron con dolorosa violencia. Como obedeciendo a una orden primaria, nuestras manos sacudieron la cabellera de la adversaria en una prueba de resistencia al dolor. Al mismo tiempo que clavábamos los dientes en los hombros enemigos, nuestros pechos oprimían a los de la contraria. En ese choque fui favorecida y la morena comenzó a aullar de dolor. Todo indicaba un rápido triunfo de mi parte y estaba eufórica castigando a mi rival. Sorpresivamente mientras nos atacábamos con ferocidad, una rodilla de Karina me sorprendió y deslizándose veloz por entre mis muslos golpeó mis entrepiernas. Sentí un agudo dolor y caí al suelo. Pero al caer, la arrastré. Entonces abrazadas ferozmente, comenzamos a rodar con las piernas entrelazadas luchando por la posición superior. Pecho contra pecho y sexo contra sexo.

Estaba claro que el duelo era por un hombre y cada una puso lo mejor para ganar. Emergía en nosotras el atávico instinto de la lucha de hembras por la supremacía sexual y en minutos se sabría cual sería la vulva vencedora. Esto último, el calor sofocante y ese típico olor femenino que emanaban los cuerpos, nos incitó para el mayor de los salvajismos”. Sin dejar de rodar, las manos atacaron con crueldad las partes más delicadas que se exponían libremente. Naturalmente como en toda riña, el sexo y los pechos fueron los blancos predilectos. Ello dio lugar a un duelo de habilidades donde se intentó arruinarle la vida sexual a la enemiga y la pelea adquirió una gran animación. Los gemidos de dolor se mezclaban con la respiración acompasada y con sorpresa descubrí que había mechones de cabellos entre nuestros dedos. Yo tenía una gran decisión, pero ese rodillazo me había quitado capacidad y desde un principio estuve a la defensiva. Soporté una lluvia de golpes que no pude devolver y varias veces mi cabeza giró en ambos sentidos alcanzada por sus puños. A pesar de mi energía, perdí gran parte de mis reflejos. Mi enemiga era muy ágil, sabía como pelear y me había hecho mucho daño.

El final vino cuando superó mi protección y golpeó uno de mis pechos. El terrible dolor quitó lo que quedaba de mis fuerzas y ella pudo sentarse en mi estómago. Desesperada traté de desmontarla pero fue imposible. Comprendí que esa mujer era más fuerte de lo que pensaba y estaba derrotada. Sufría intensos dolores y tenía una gran frustración. El convenio con Miguel, era que el pleito se resolvería “entre damas” y debía asumir las consecuencias. Sabía que si perdía, sería desplazada y la muy maldita se quedaría con mi novio. Era lo acordado y estaba angustiada. La piel de nosotras estaba completamente humedecida por el sudor y finas gotas de transpiración de Karina caían sobre mi cara. En ese momento, fatigada y con un insostenible dolor, dejé de moverme. Ella con sus macizos muslos había atrapado mi cabeza y yo la observaba con temor. Sus pezones estaban endurecidos y sus músculos en máxima tensión. Estaba inmovilizada por la presión de su cuerpo. Para ese entonces había no menos de 5 mujeres observando excitadas la pelea. Ellas sabían que el duelo era por un hombre y decían frases irreproducibles. ¡No podía creer tener ese final. !.

Con gruesas palabras Karina me exigió que me rindiera. Me negué y sus uñas comenzaron a torturar mis pezones. Mis brazos estaban aprisionados por sus rodillas, estaba indefensa y grité de dolor. Pataleaba pero era inútil. Como se comprenderá, mi sufrimiento le producía un sádico placer. La insulté. Entonces para dominarme, Karina con una mano descubrió su vulva y la apoyó sobre mi barbilla. Mis ojos se abrieron desmesuradamente cuando sentí el cosquilleo desagradable de sus negros vellos mojando mis labios. Era el momento sublime, esperado por toda mujer cuando gana una pelea. Tuve asco y miedo al mismo tiempo. Me di cuenta que era inútil resistirme y acepté rendirme. Con placer me dijo: ¡AHORA MIGUEL ES TODO MÍO Y GOZARÉ CON ÉL PARA FESTEJAR..! Su promesa fue acompañada con detalles íntimos imposibles de repetir, relacionados con la “vulva victoriosa” de mi rival. Las chicas presentes, con risas nerviosas aprobaron las ocurrencias de la morena. Karina sonreía y por largo tiempo disfrutó del humillante momento. Permanecía sentada sobre mi garganta y yo sentía la tibia humedad de su sexo. Ella advirtió la angustia de mis ojos. Se burló de mí y me recordó que le había prometido “dejarla pelada” y otra “denigrante humillación femenina”. ¿DÓNDE QUEDARON TUS AMENAZAS..?. Preguntó. Yo no respondí. Para presionar mi respuesta, apoyó sus uñas en mis ojos y me obligó a reconocerla como la mejor mujer y la mejor amante. También tuve que aceptar que no volvería acercarme a Miguel y otras condiciones vergonzantes. Yo tenía un fuerte dolor en unos de mis pechos, mi nariz manaba sangre, estaba inmovilizada y debí aceptar sus imposiciones una por una. Ya no había dudas de quien era ese hombre. Pero no fue suficiente. Karina quería denigrarme. Acercó su exuberante monte hasta cubrir mi rostro con sus ensortijados pelos. Un frío sudor recorrió mi cuerpo cuando vi su ranura vaginal a un centímetro de mi nariz y sentí un fuerte aroma a almizcle. Entonces se sentó en mi cara y se deleitó haciéndome pasar el peor momento de mi vida. Las mujeres reían histéricas y con palabras horribles animaron a la vencedora para que no cesara en su empeño. Por el peso de ella casi no podía respirar, me estaba ahogando. Para no asfixiarme ni perder mis ojos con sus uñas, fui obligada a lamer su clítoris. Por incontables minutos mi lengua la acarició y fui humillada intensamente. ¡Fue terrible.! Quedé en estado de shock y tuve que ser auxiliada. Más de dos horas tardé para recuperar el control emocional.

Capítulo III:

Karina, me había derrotado en un duelo por un hombre y el horrible sometimiento sufrido fue el reconocimiento que hice a sus derechos. Perdí a mi hombre y mi orgullo fue hecho trizas. Mi rostro quedó muy estropeado y tuve una semana de licencia médica. Me sentía avergonzada, lloré mucho y no quise volver a ver a Miguel. Mi prestigio se esfumó y debí solicitar traslado a otro hospital. Naturalmente la vencedora se convirtió en la amante de Miguel y fue muy popular entre las chicas.

15 días después, Karina me llamó por teléfono y dejó abierta la posibilidad de una revancha para que recupere mi novio y lave mi pulverizado honor. Simplemente me propuso encontrarnos en la casa de Miguel, para pelear desnudas delante de él. Es decir, un verdadero duelo “de hembra contra hembra” que sólo él presenciaría. Agregó que contaba con el acuerdo del dueño de casa y si yo la derrotaba, ella nunca más lo volvería ver. Le respondí que estaba interesada y que la llamaría al día siguiente. El ofrecimiento era digno y muy femenino. Yo estaba fascinada por el deseo de vengarme y como a muchas mujeres a mí también me agradaba pelear delante de mi hombre para impresionarlo.

Esa noche me comuniqué con Miguel, para hablar del tema. Le pregunté si aún me amaba. Me respondió que tenía una gran confusión de sentimientos y me recordó que en estos casos, el hombre no debe intervenir. Reiteró que el problema debía ser resuelto entre las damas interesadas. También dijo, que Karina había quedado algo estropeada y a él le parecía justo una segunda y última oportunidad para decidirse por una de las dos. En tal sentido, me confirmó que la idea de batirse desnudas había sido de Karina. Por ello en esta ocasión, ofrecía su casa para presenciar el evento en privado y aceptar la decisión de la que gane. Me pidió que concurriera al reto y me deseó suerte. Estaba entusiasmada pero prometí que lo pensaría. El razonamiento de Miguel era correcto; una de las dos debía prevalecer. Recordé casos parecidos de mi época de estudiante, cuando dos chicas valientemente se batían en el baño por un muchacho. La vencida era humillada y la vencedora siempre imponía sus derechos. Era lo tradicional y a todas nos excitaba ver como peleaban. En esos días yo tenía 18 años y estaba orgullosa de mis compañeras que tempranamente evidenciaban ser muy mujeres. Habían pasado 5 años y esa noche no pude dormir.

Epílogo:

La siguiente mañana llamé a Miguel y le dejé un mensaje en el contestador telefónico. Le dije que en otra circunstancia hubiera aceptado gustosa batirme con una rival. Le pedí que me comprendiera, rehusé a una nueva pelea y me despedí. La vez anterior había sido ¡Un desastre total..! y no estaba dispuesta a pasar por otra experiencia similar. Como se comprenderá, Karina reafirmó definitivamente sus pretensiones sobre mi hombre. Lamentablemente ella había demostrado ser la mejor y me había destruido física y espiritualmente. Resultó ser una “gata feroz”, de aquellas que disfrutan una pelea y con seguridad si aceptaba recibiría una nueva paliza. Aún tengo cicatrices de esa riña, pero las peores están en mi mente. Actualmente me asiste una psicóloga dos veces por semana. No me arrepiento de haber peleado, fue muy femenino y noble el motivo. Como dije: “ninguna mujer se deja quitar a su hombre sin pelear y cuando ello ocurre, siempre la hembra más fuerte destruye a la vencida y la despoja de sus derechos. Es la expresión misma de la naturaleza”.