MI PELEA CON MARIBEL- SACADO DE LA WEB DEL RINCON LUCHÍSTICO FEMENIL
Desde México
por Jennifer
Capítulo I:
Las personas que me conocen,
me consideran una mujer tranquila, incluso una de mis amigas me llama
"pice and love", porque según ella, no soy capaz de hacerle daño ni a
una mosca. Pero como todo el mundo, tengo mis límites y cuando alguien es
desleal conmigo, o me quiere hacer daño, será bajo su propio riesgo y no
escatimaré esfuerzos para poner a esa persona en ridículo. Me llamo Jenny,
tengo 25 años, soy morena, mido 1.67 m. y más bien soy de complexión grande y
algo pasada de peso. Pero aún así, me considero sensual. Sé sacar
"jugo" a lo que tengo y me despreocupo por aquello que no poseo. Vivo
en Monterrey (México). Tengo dos familias: la de ley y la que componen un
puñado de seres humanos excepcionales que forman la familia que yo escogí. A
todos los he ido encontrando en la vida y por alguna razón maravillosa, nos
llevamos muy bien. Algunos estudian en la misma Universidad que yo y otros dos,
lo hacen en diferentes universidades. Tengo igual número de virtudes que de
defectos, pero creo que la mayor cualidad-defecto es que soy demasiado
entregada a mi gente, honesta y leal y ¡ay...! de aquel o aquella que se llegue
a meter con nosotros, porque sacaré las "garras" que normalmente
tengo escondidas. Este fue el caso entre Maribel y yo.
El relato que sigue ocurrió en agosto de 1999 y los hechos sucedieron de la
siguiente forma: Todo comenzó con un cuarteto de amigas que éramos Elizabeth
(22), Adela (19), Maribel (25) y yo. Al principio del año pasado, éramos
demasiado unidas, incluso quien nos haya visto, aseguraría que seguiríamos
juntas toda la vida, pero se equivocaron. Es lógico que cada una tuviese una
forma de ser diferente, de hecho eso nos unía más. Elizabeth es el
"hielito", la que no le habla a nadie, sarcástica y se podría decir
que le da lo mismo si el mundo se acaba mañana. Es completamente despreocupada
de su físico y estoy segura que si cuidara más su cuerpo esbelto y su piel
morena, podría ser una chica muy bonita. Adela creo que es la más guapa de
todas porque es alta, delgada, con un cuerpo de envidia… Por donde la veas es
hermosa, sin embargo ella es la "bebe" del grupo y aún guarda la
ternura y el infantilismo en muchos aspectos de la niñez. Yo ya les dije como
soy físicamente y a pesar de estar gorda, tengo un cuerpo muy bien
proporcionado. Mi mayor delirio son los hombres y según mis amigas, soy
demasiado "perversa" y puedo ligarme a casi cualquiera que se me
ponga enfrente. Sin embargo yo soy la romántica del grupo, la que siente haber
encontrado a su verdadero amor. Maribel, es casi de mi estatura, tiene la piel
clara y también tiene un cuerpo digno de admirarse. No sé su color de cabello
porque siempre se lo tiñe de pelirrojo y a diferencia de todas las demás, ella
es muy plástica. Le da demasiada importancia a la apariencia y al dinero y
además es demasiado envidiosa. Cualquier relación que comienza con un hombre,
invariablemente terminaba en la nada y se excusa de sus errores diciendo:
"es que no está a mi altura". Su peor defecto siempre fue ser
demasiado envidiosa y si algún hombre se nos acercaba siempre quería
conquistarlo, sólo por demostrar que era mejor que nosotras. En fin, éramos
como cualquier grupo de amigas, donde la única regla era que bajo ninguna
circunstancia voltearíamos a "ver" el novio, o amigo de la otra, así
él nos tirara el "can". Lamentablemente esto fue lo que Maribel no
cumplió. Jamás fue su intención cumplir este único mandamiento y no sólo eso,
sino que se empeñaba en coquetear con cualquier hombre que se nos acercara a
Adela o a mí (los de Elizabeth no eran de su agrado). Esto generó el problema.
El acabose fue cuando después de haber tenido una de sus relaciones furtivas
con un amigo nuestro, quiso darle "piques" con otro más. Justamente,
Raúl quién siempre me ha gustado. Ahí comenzó mi odio hacia ella y la primera
vez en mi vida que tenía unos deseos enormes de demostrarle lo ruda que podía
ser. Me sobraban ganas de incrustar mis puños en todo su cuerpo… sólo esperaba
el momento adecuado para humillarla de la mejor forma. Aunque algunos se
asombren, muchas mujeres somos proclives a resolver nuestros asuntos personales
en una pelea. He visto varias y todas a puertas cerradas donde los hombres no
eran invitados. La mayoría como en este caso, fueron por celos porque es sabido
que a ciertas mujeres les agrada "robar" el novio de la otra. Quedé
asombrada por la ferocidad de las protagonistas. Como es Ley entre nosotras,
siempre la derrotada fue humillada cruelmente y la vencedora impuso sus
razones. Yo nunca había tenido una pelea y menos por un hombre. Sentía una
extraña sensación y una especie de fluido eléctrico excitaba mis sentidos
preparándome para el duelo.
Capítulo
II:
La última vez que Maribel salió con nosotros, fue un sábado. Ese día, un con
grupo de amigos fuimos a la casa de fin de semana de uno de ellos. Recuerdo que
éramos 4 chicas y 4 muchachos. El lugar era fabuloso, con alberca y muchas
áreas verdes. Ahí nos reunimos la pandilla y varias personas más, entre ellos
un nuevo pretendiente de Maribel. Como yo me la traía "entre ceja y
ceja", cada vez que se me acercaba nos codeábamos o nos desafiábamos con
la mirada. También esperábamos cualquier momento oportuno en la plática para
soltar mordaces comentarios hacia la otra. Lo último que hice, fue aventarla
"por error" en la alberca y no me disculpé. Ya era más que sabido
entre todos los presentes, que no nos soportábamos, incluso algunos hasta se
atrevían a imaginarse que ese fin de semana daríamos un muy buen espectáculo...
El primer día lo soportamos casi bien, pero ya en la noche, se atrevió a
derramar por "accidente", cerveza helada sobre mí. La insulté y faltó
poco para que la abofetee. Maribel atinó a decir: "Date de santos que hay
tanta gente y que no quiero dar una función gratis..., porque si no, te
humillaba a más no poder". Nuestros amigos nos miraron en silencio
esperando mi respuesta. Yo contesté que no se preocupara, que al otro día
temprano, podríamos tener un "arreglo de opiniones" en el jardín y
las diferencias serían resueltas entre damas... La que perdiera, se iría del
lugar y jamás volvería a estar con los demás. También dije que no se preocupara
por el espectáculo, que al fin de cuentas ella siempre lo daba... Maribel
aceptó mi reto. Pero fue más lejos y puso como condición que todos estuvieran
presentes. Después de eso, seguimos la fiesta. Ya en la madrugada nos fuimos a
dormir. No sé si ella pudo descansar tranquila, pero yo no. En lo personal
hubiera preferido batirme "de mujer a mujer", sólo en presencia de
mis amigas para humillarla y avergonzarla en el peor de los sentidos... Pero el
desafío incluía que todos nos vieran. Nunca me agradó llegar a la violencia
para resolver mis asuntos, pero ahora estaba decidida a pelear y estaba segura
de ganar. ¡Debía cobrarme sus ofensas...!
En la mañana del otro día, desperté con la idea de olvidar todo. Pero al bajar
al comedor y ver que Maribel estaba coqueteando con el chavo que me gusta, me
hizo cambiar de opinión. Sin más saludé a todos con unos "buenos
días" y salí al jardín a esperarlos. Poco a poco fueron saliendo todos.
Los hombres con cara de expectación y otros como el dueño de casa más
preocupados. Mis amigas en su totalidad eran de opinión de una pelea para
resolver el problema. Para ellas era lo indicado cuando dos mujeres se disputan
un mismo hombre. Al final, dándose su importancia salió Maribel. Tras poner
reglas, nos dispusimos a prepararnos para arreglar nuestras diferencias. Los
hombres debieron prometer que mirarían sin intervenir. Era obvio que las
espectadoras no lo harían. Sólo estaba prohibido arañazos o morderse en la
cara, todo lo demás era permitido. La pelea sería con traje de baño. Todo
terminaría cuando alguna de las dos se rindiera en alta voz. Bajo esas
"reglas" entramos un momento a cambiarnos. El ambiente estaba tenso y
había gran excitación entre los presentes.
Capítulo
III:
Al regresar al jardín, todos nos miraron. Yo traía un traje de baño negro, con
la espalda descubierta. Ella, salió con un diminuto bikini color amarillo. La
parte de abajo, como la de arriba se sostenían sólo de dos pequeños nudos a los
costados. Estaba muy maquillada y lucía sexy. Era obvio que iría a dar una muy
buena función. Los invitados habían hecho un amplio círculo en el jardín y las
dos ingresamos al ruedo dispuestas a demostrar nuestra femineidad. Aunque no lo
mencionamos, era sabido que pelearíamos por un hombre y nos miramos con odio.
Ella para intimidarme prometió darme un público y humillante escarmiento. De
inmediato me dio una sonora bofetada. Un incontenible calor inundó mi cuerpo,
me abalancé y nos agarramos de los cabellos en una verdadera prueba de dolor.
Mutuamente tratábamos de tumbarnos. Mientras lo hacíamos le dije: "Nunca
más te atrevas a tocarme la cara". En un momento pude meter un pie detrás
de su rodilla. Eso hizo que doblara su pierna y las dos caímos sobre el pasto.
Sin soltarnos de los cabellos, comenzamos a rodar tratando de quedar arriba de
la otra. Ya comenzaban a escucharse gemidos y las respiraciones apresuradas,
pero ninguna de las dos se dejaba montar. Mientras rodábamos solté sus cabellos
para tomar sus hombros y tratar de montarla. Ella seguía aferrada a mis
cabellos como si no pudiera hacer otra cosa. De pronto quedamos casi sentadas
frente a frente. Entonces aproveché para hacerle unas tijeras con mis piernas a
su cintura. Por primera vez me engolosiné viendo su expresión de dolor. Le
estaba quitando su respiración y por fin soltó mis pelos. Con sus manos
vanamente trataba de zafar de mis piernas y de improviso clavó sus uñas en mis
caderas. Yo solté un grito de dolor y una maldición. Me vi forzada a quitar esa
tenaza y me alejé un poco. Quedamos arrodilladas, una enfrente de la otra y lo
primero que hice fue mirar mi cintura. Con gran odio noté que estaban
escurriendo unas gotitas de sangre de donde momentos antes habían estado sus
uñas. Hasta este momento, no me daba cuenta del gran alboroto que había a
nuestro alrededor; para mí sólo existíamos ella y yo. Los hombres nos miraban
en silencio y las amigas nos animaban con bullicio. Enfurecida al ver mi propia
sangre, me abalancé hacia ella. El odio había duplicado mis fuerzas, tomándola
de los cabellos y la puse espaldas en el suelo. Entonces pude sentarme arriba
de ella y apliqué una sucesiva combinación de puñetazos. Pronto su rostro se
enrojeció y su nariz comenzó a verter sangre. Al ver esa hemorragia dejé de
golpearla y agaché mi cabeza para verla mejor. ¡Fue un error...! En un instante
unos de sus brazos me envolvió el cuello y vi una mano en forma de garra
tratando de arañar mi cara. Por instinto me hice a un lado, pero pudo agarrar
mi hombro izquierdo y arañar mi piel. En el forcejeo, arrancó el tirante de mi
traje de baño y dejó al descubierto mi pecho izquierdo. Al mismo tiempo con sus
afiladas uñas atacó mi busto desnudo. Sentí dolor y fastidio. Me distraje por
lo ocurrido y con un rápido movimiento, ella quedó arriba de mí. Se sentó sobre
mi estómago y con sus manos inmovilizó mis brazos. Comencé a sentir un fuerte
dolor en mis pechos. Con horror vi cuando acercaba su cabeza para morderme en
la cara. Traté de esquivar su mordida, pero pudo morder mi oreja izquierda. Sentí
un gran dolor y noté la tibieza de mi sangre. La muy maldita sabía pelear como
una gata salvaje y no imaginé tanta habilidad de su parte. Mis fuerzas se
agotaban y estaba siendo derrotada. Temía perder delante mis amigas y mucho
peor si me humillaban delante de Raúl. Las dos transpirábamos y con desagrado
podía oler su perfume. Estaba desesperada y mientras me debatía quedé boca
abajo. Entonces ella se montó sobre mi cintura. Sentí como mi pecho desnudo se
restregaba contra el pasto lastimándome. Mientras trataba de zafarme, ella se
acostó sobre mí espalda, con sus piernas a los lados. Luego abrazó mi cuello
tratando de asfixiarme. No hay una sensación más pavorosa que sentir la falta
de aire. Por instinto de supervivencia, pude soltar uno de mis brazos y le di
un codazo en la cara. Maribel se quejó de dolor, dejó de estrangularme y pude
salir de esa llave letal. Mi adversaria estaba aturdida por el golpe y me dio
la espalda para alejarse. Entonces jalé de su diminuto brasier y el nudo de la
espalda se deshizo y la prenda cayó al pasto. Escuché exclamaciones de los
espectadores cuando vieron los pechos descubiertos de mi enemiga. Ella se
distrajo y pude atraparla con un candado de brazos a su cuello. Ambas caímos y
comenzamos a rodar. Para ese entonces, el único tirante que me quedaba de mi
traje de baño se había corrido y ambas luchábamos con los pechos desnudos.
Maribel peleaba sucio y fue inevitable que recurriera a determinados
"trucos femeninos" muy eficaces para producir dolor. Sus dedos eran
muy hábiles y me habían mortificado las partes más sensibles de mi anatomía.
Sus uñas asemejaban pequeñas navajas y habían arañado mis entre piernas en
busca de mi sexo. Sabía que si lograba el objetivo me derrotaba. El momento era
muy dramático y las dos gemíamos por la ansiedad del momento. Como se
entenderá, esa forma de pelear animó el duelo haciendo más dinámica las
acciones. Luego me enteré que mientras los espectadores varones no daban
crédito a lo que veían, las chicas chillaban excitadas. Mi enemiga se agotó
antes que yo y pude llegar con mis puños a distintas partes de su cuerpo.
Maribel absorbió los golpes con gestos de dolor, se debilitó y pasó a la
defensiva. Finalmente la atrapé y pude sentarme sobre su estómago. Puse sus
brazos por encima de su cabeza y le sujeté las muñecas en el suelo. La había
dominado por completo. Sus pechos descubiertos, su cara de sorpresa y dolor,
hicieron que yo esbozara una gran sonrisa de triunfo. Muchas mujeres ansían
terminar una pelea como lo había hecho y sentía un gran placer en dominar a mi
rival. Su maquillaje había desaparecido, su rostro estaba manchado de sangre y
ya nada tenía de sexy. Me regocije pensando que Raúl me estaba viendo. Pero yo
no estaba conforme. El duelo había sido por un hombre y todos nos observaban.
Entonces decidí humillarla. Sabía que si la lograba desnudar completamente
pasaría la mayor vergüenza de su vida… y conocía la forma de hacerlo.
Ella me miró con ojos de súplica para que la soltara, pero logró un efecto
contrario. Con esos mismos ojos me había engañado muchas veces. Le di dos
puñetazos en su mejilla y quedó groggy. Entonces puse mis glúteos arriba de sus
senos y con mis rodillas inmovilicé sus brazos. Pronto reaccionó y trató de
zafarse, pero yo ponía más peso sobre sus pechos. Creí que capitularía.
Enderecé mi cuerpo, quedando en la misma posición. Pero con la espalda erguida,
como símbolo de triunfo esperando su rendición. Ella aprovechó ese momento para
tratar con sus piernas de abrazar mi cuello. Sentí cuando lo intentaba pero me
mantuve firme. Bajé mis manos a sus caderas y logré desanudar lo que quedaba de
su bikini. En el mismo instante en que la despojaba, ella trató de bajar las
piernas para ocultar sexo. En ese momento aproveché para agarrar sus piernas y
acercarlas hacia sus hombros. Al mismo tiempo que hacía presión, le abrí sus
extremidades. La había doblado como una bisagra. Mi rival aulló de dolor y se
rindió a los gritos.
Por un tiempo prolongado sostuve un sus piernas hacia arriba, procurando
ocasionarle un dolor que ella pudiera soportar. Entonces la obligué que
reconociera su derrota, aceptándome como la mejor. No recuerdo bien, pero con
lágrimas en los ojos lo repitió dos o tres veces. Fue maravilloso para mí.
Durante ese lapso, los espectadores disfrutaron viendo los muslos abiertos de
mi adversaria, mostrando la exuberancia oscura que toda mujer oculta. Luego
solté sus piernas y a modo de marcar superioridad, apoyé firmemente mi vulva
sobre su mentón. Le ordené que no se moviera o volvería a golpearla y permanecí
sentada en su garganta un par de minutos humillándola a voluntad. Mis pechos
colgaban hacia abajo y veía su cara, que más que de derrota, parecía de
vergüenza. No es posible describir ese momento de gloria. Finalmente la liberé.
Entonces sollozando corrió toda desnuda hacia adentro de la casa y más tarde se
alejó en un taxi.
Comentarios
finales:
Maribel es una mujer fuerte y no me fue fácil vencerla. Tiempo después mis
amigas me mostraron las fotos. Fue gratificante para mi orgullo verme sentada
sobre mi rival, que mostraba impotente entre los muslos su tupido
"montecito derrotado". Les dije que de no haber habido varones
presentes con seguridad la hubiera humillado de "otra forma" más
cruel. Mis amigas me felicitaron y según dijeron nunca habían visto una mejor
pelea femenina. Yo estaba feliz, pero tenía un leve sabor dulce-amargo. Comenté
que no me agrada pelear, aunque en ciertas ocasiones es necesario para evitar
que nos despojen de nuestros derechos. En especial cuando chocamos contra una
mujer que sólo entiende razones con el "idioma" de los puños.
Coincidimos en todo y luego ellas se fueron. Raúl sabía que el duelo había sido
por él y estaba alucinado por lo que vio. Días después aceptó el resultado de
la pelea y actualmente estoy saliendo con ese hombre. Esta fue la última vez
que Maribel nos acompañó. Cuando la vemos en la universidad, baja la cabeza y
se va sin decir nada. Por mi parte, espero no volver a tener una pelea de éste
tipo en mucho tiempo. No creo que haya una revancha, pero estoy preparada por
si ello ocurre.
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